Rumbo a mi "felices para siempre"

rumbo felices para siempre

Como toda novia, imaginé hasta el último detalle mi gran día, o al menos eso creí…
Ese hermoso sábado amaneció soleado, aunque sin tanto calor. Desperté temprano, desayunamos en familia mis papás, hermanos, cuñadas, sobrinos y hasta el perro. No podía ser más perfecto, todo en tiempo y lugar:
  • Recoger ramos, tocado de novia y arreglo de coche: ¡listo!
  • Vestido, zapatos y accesorios listos: ¡listo!
  • Que la novia desayune y coma: ¡listo!
  • Maquillaje y peinado (puntualĂ­simo el maquillista): ¡listo!
  • DistribuciĂłn de la familia en los coches disponibles: ¡listo!
La ceremonia religiosa estaba programada para las 6 de la tarde, así que acordamos llegar al lugar una hora más temprano para hacer una sesión antes de y aprovechar el lugar, qué por cierto, es bellísimo. Mi cálculo fue que a las 4:30 yo tendría que salir de casa para llegar puntual. ¿Qué creen? ¡Lo logré!. Me estaba despidiendo de mis papás, y ya saben, una que otra de cocodrilo por la emoción; me subí a la camioneta que me llevaría a la cita con mi “felices para siempre”. Para eso mi hermano me había prestado el coche: “Cesar, el chofer te será de mucha ayuda” me dijo. Yo, toda emocionada, agradecí el gesto; porque esto evitaba que tuviera que ocupar a algún familiar y eso interfiriera con su disfrute del evento.

– ¿A dónde vamos?
– A la Capilla de La Paz – Contesté.
– Usted me va a ir diciendo por dónde le doy, ¿verdad? – Y aun con esta pregunta no reparé en el pequeño detalle que había pasado por alto en la planeación de MI boda.
– Yo le digo – Respondió Rodri, el maquillista. Así es, llevaba al maquillista a mi lado. Digo, una novia que viste y calza a Manuel Mota debe tener maquillista todo el tiempo para lucir impactante.

A la izquierda en la siguiente calle, mencionó Rodri. Y el coche dobló hacia la derecha. No hay problema, pensé, de seguro no escuchó bien.

Oiga, César, en la próxima calle doble a la izquierda, por favor, dijo Rodri con voz más fuerte y nítida; para que no quedara duda de la instrucción. Y nada… seguimos de frente. Una nueva instrucción… de frente y cada vez alejándonos más de la dirección a la que nos dirigíamos. No contestaba, no hacía nada, parecía que iba solo. Obviamente me empecé a desesperar, porque aparte, el muchacho no era muy buen chofer y la cubetita con agua que llevábamos con un repuesto de mi tocado, que era de flores naturales se había derramado.

Mientras yo trataba que el agua derramada no mojara el vestido y los zapatos, Rodri intentaba explicarle al chofer el camino a seguir, el cual ya se había pasado unos altos y había ocasionado que nos tocaran el claxón recordándonos a la mujer más importante de nuestras vidas. Y con voz nerviosa nos dijo: “Disculpen, es que la verdad, es la primera vez que manejo en Acapulco y ¡no conozco las calles!”

“¡Detente! ¡Detente! ¡Voy a manejar yo!” le gritĂ©. En ese momento, creo me convertĂ­ en una bridezilla, y ya estaba acomodándome el vestido para bajarme de la parte de atrás del auto y subirme en el lugar del chofer, cuando Rodri, con una voz calmada empezĂł a decirme: “Lore, tranquila, cierra los ojos y piensa en tu novio, en tu boda y en todo lo lindo que será esto… Usted CĂ©sar, retome el camino y ahora sĂ­ siga mis indicaciones al pie de la letra, y por favor, respete los semáforos y mantenga distancia, no vaya tan rápido y asĂ­, llegaremos bien”.

Sobra decir que llegué tarde a mi sesión fotográfica, que el trayecto restante fue estresante, que en mi mente repasé una y otra vez mi planeación para poder descubrir qué fue lo que falló con esta parte. Al llegar, mi novio (ahora esposo) me estaba esperando con una hermosa sonrisa que me hizo olvidar el mal rato; me ayudó a bajar del coche y antes de comenzar la sesión le pedí que esperara un momento más (digo, ya había esperado más de media hora, que tanto es tantito). Cuando César regresó de estacionar la camioneta le pedí las llaves y se las di a mi novio para que las guardara en su saco, porque a mí eso, eso no me volvía a pasar.

Por eso, como novia y organizadora de eventos te recomiendo que la persona que te llevará a tu cita más importante conozca la ruta correcta y, por qué no, una ruta alternativa. No está de más que hagas un recorrido unos días antes para que verifiques el tiempo del trayecto, de preferencia a la hora en la que deberías llegar. Marcar la ruta en tu smartphone y en el del chofer, porque en ese momento, debes ir pensando en todo lo bonito que te espera y no, en cómo indicarle a alguien cómo llegar.